Sobrevivir a la verdad
- Alba Ruiz Tenza
- 30 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Un señor con una mascarilla peculiar se sienta al final de la sala. Sus ojos se quejan. Sus palabras también. Un cigarro de plástico sale de un extremo de su mascarilla. Una queja vuela de su boca.

– ¡Boom! –
Suenan las piezas de esa granada que explota en cada esquina de esos metros cuadrados. Guerras en Afganistán. En Siria. Masacres en Borneo. Cadáveres a su alrededor después de un Tsunami en el Índico. David Jiménez ha estado en muchas guerras. Y está. Lucha por la verdad. Por recuperar la dignidad. Por erradicar la corrupción.
Un tono ocre. Una máscara. De las de doble cara. De las de diferentes puntos de vista. Con luz y sombra. “Cada párrafo era una tortura. No solo pensaba en escribir la verdad, sino qué daños colaterales podían tener esas cosas”, reconoce el periodista al recordar cómo fue el trayecto desde que empezó a escribir El Director.
Distancia de seguridad. El centro cultural Trapiche de Guadiza se ha vestido de gala para recibir al exdirector de El Mundo. 70 km de viaje, pero ahí están. Trece aspirantes a periodistas se encuentran inmersos ante las palabras de quien reconoce el significado del término ‘coraje’. Para él, la definición de coraje es el periodismo. Irte a una guerra o defender la libertad de expresión en China.
Vuelven los bombardeos. Esta vez en la propia profesión.
– Yo creo que la prensa no terminó de hacer la transición de un totalitarismo a una democracia – reconoce Jiménez al tiempo que defiende que una institución tiene que estar impuesta a la verdad, sin distinción.
El maestro de ceremonias da color a las paredes blancas que envuelven sus palabras. Las piedras del fondo reflejan su camino. Su carrera periodística. Su visión romántica del periodismo está al acecho. Los tres micrófonos de la mesa tienen ganas de sonar. Amparo, la periodista que lleva el hilo de la charla, tiene ganas de saber más. El público también. Hasta el señor inglés con el cigarro de plástico pegado a la mascarilla está ahora en silencio.
David Jiménez parece dar pistas que sirvan para el futuro incierto de quienes quieren dedicarse al oficio. Enseña la verdad. Desde dentro. Sin tapujos. Sus consejos son piezas que encajan en las mentes de los presentes. Casi tanto como lo hacen sus gafas y mascarilla quirúrgica. Consigue que no se empañen.
“Cultura en tiempos de pandemia”, esa fue una de las primeras definiciones antes de empezar. Y así está siendo. No le tiembla el pulso. Ni siquiera le tembló en el momento de abandonar el despacho. Él mismo reconoce haber estado más a gusto en Afganistán que entre esas cuatro paredes.
– Los periodistas podemos tener opiniones diferentes, pero no hechos diferentes. Los hechos son hechos– afirma Jiménez
Una carrera de titanes. Desde pasar un día entero en la puerta de la casa de Bárbara Rey para conseguir declaraciones hasta ver morir a su lado a un compañero. Y amigo. Los obstáculos de la realidad le han hecho ser quien es hoy. Ha sobrevivido. Y no solo a un bombardeo. “David, has sobrevivido a la verdad”, le dijo un amigo. Él lo recuerda. Y respira una vez más.
– Qué majo, ¿qué te ha puesto en la dedicatoria? – pregunta aún nerviosa con El Director firmado entre sus manos.
– “Para Víctor, ve siempre con la verdad y el periodismo será para ti la mejor profesión del mundo”. Y a ti, ¿qué te ha puesto? – responde su compañero. – Cuando lo cumpla, te lo cuento. Lo prometo – contestó ella.
Y con el toque de queda por llegar arrancó su furgoneta. Cuatro aspirantes. Rumbo a los 70 km que habían dejado atrás. Junto a las dudas del qué pasará. Y la promesa de que, a partir de ese momento, no olvidaría el coraje de decir: no.
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